¿Qué es el pecado? La Biblia tiene una variedad de términos para describir el mal moral que nos dice algo de su naturaleza. Un estudio de estos términos en el hebreo y el griego originales proporcionará la definición bíblica del pecado
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Diversas palabras hebreas presentan al pecado operando en las siguientes esferas:
La esfera de lo moral. Las siguientes son las palabras empleadas para expresar el pecado.
1) El vocablo empleado con más frecuencia para describir el pecado significa “errar el blanco”. Transmite o comunica las siguientes ideas: a) errar el blanco, como un arquero errático que arroja la flecha, pero yerra. De igual manera el pecador yerra el verdadero blanco u objeto de la existencia; b) errar el camino, como el viajero que se ha desviado de la senda o carretera; c) ha sido hallado falto cuando ha sido pesado en la balanza de Dios.
En Génesis 4:7, donde el vocablo se emplea por primera vez, el pecado es personificado como bestia salvaje lista para arrojarse sobre todo aquel que le da oportunidad.
2) Otra palabra significa literalmente “torcedura” y se traduce con frecuencia como “perversidad”. Es así contraria a la justicia, que significa “lo que es recto o conforme a un nivel justo”.
3) Otra palabra común, traducida “mal”, proporciona la idea de violencia o rompimiento, y describe al hombre que quebranta o viola las leyes de Dios.
La esfera de la conducta fraternal. Para los pecados en esta esfera el vocablo empleado significa violencia o conducta perjudicial (Gn. 6:11; Ez. 7:23; Pr. 16:29). Arrojando a un lado la influencia morigeradora de la ley, el hombre maltrata y oprime a sus semejantes.
La esfera de la santidad. Los vocablos para describir al pecado en esta esfera dan a entender que el ofensor ha estado en relaciones con Dios. La nación israelita era una nación constituida por sacerdotes, considerándose a cada uno en comunión con Dios y en contacto con su Tabernáculo santo. Por lo tanto, todo israelita era santo, separado para Dios, y todas las actividades de la esfera de su vida estaban reguladas por la ley de la santidad. Aquello excluido de la ley era profano (lo opuesto de santo) y el que participó de ello se convirtió en inmundo o contaminado (Lv. 11:24, 27; 11:31, 33, 39). Si persistía, se le consideraba persona profana o irreligiosa (Lv. 21:14; He. 12:16). Si se rebelaba y deliberadamente repudiaba la jurisdicción de la ley de la santidad, se le consideraba un “transgresor” (Sal. 37:38; 51:13; Is. 53:12).
La esfera de la verdad. Los vocablos que describen al pecado recalcan el elemento engañoso y vano del pecado. Los pecadores se conducen y hablan con falsedad (Sal. 58:3; Is. 28:15), presentan erróneamente a la verdad y dan falso testimonio (Éx. 20:16; Sal. 119:128; Pr. 19:5, 9). Esa actividad se denomina “vanidad” (Sal. 12:2; 24:4; 41:6), es decir, vacía, carente de valor.
El primer pecador fue mentiroso ( Jn. 8:44); el primer pecado comenzó con una mentira (Gn. 3:4); y todo pecado contiene el elemento de engaño (He. 3:13).
La esfera de la sabiduría. El hombre se conduce con maldad ya sea porque no se preocupa de razonar como conviene o porque se niega a ello. Por descuido o ignorancia deliberada, no guía su vida de acuerdo con la voluntad de Dios.
1) Muchas son las exhortaciones dirigidas a los simples (Pr. 1:4, 22; 8:5). Este vocablo describe al hombre natural, sin desarrollo hacia el bien o el mal, sin principios fijos, pero con una inclinación natural hacia el mal, inclinación natural que puede ser explotada para seducirle. Carece de propósitos fijos y de cimientos morales. Oye, pero se olvida, y por lo tanto es conducido con facilidad al pecado (Compare Mt. 7:26).
2) Leemos con frecuencia sobre personas que carecen de entendimiento (Pr. 7:7; 9:4), es decir, aquellos que caen víctima del pecado por falta de entendimiento antes que por inclinación pecaminosa. Debido a que la sabiduría que poseen es defectuosa, juzgan con precipitación e imprudencia los juicios de la providencia de Dios, y cosas que están por encima de ellos. Y de ahí que caen en la impiedad. Tanto esta clase de personas como los simples son inexcusables, pues las Sagradas Escrituras presentan al Señor ofreciendo libremente –¡qué digo!, rogándoles que acepten (Pr. 8:1-10)– aquello que les dará sabiduría para buscar la salvación.
3) El vocablo que se traduce como “necio” con frecuencia (Pr. 15:20) describe a la persona que, aunque capaz de hacer el bien, está ligada por lazos carnales y es conducida fácilmente al pecado por sus inclinaciones pecaminosas. No se disciplina a sí misma ni guía sus tendencias o predisposiciones según la ley divina.
4) El “escarnecedor” (Sal. 1:1; Pr. 14:6) es el malvado que justifica su maldad mediante argumentos razonados contra la existencia o realidad de Dios, y contra lo espiritual en general. De manera que el vocablo “escarnecedor” del Antiguo Testamento equivale al ateo o librepensador, y la expresión “silla de escarnecedores” se refiere con probabilidad a la sociedad pagana o infiel local.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Por otro lado, el Nuevo Testamento describe al pecado como sigue:
Errar el blanco. Que significa la misma idea expresada en el Antiguo Testamento.
Deuda (Mt. 6:12). El hombre le debe a Dios el guardar sus mandamientos. Todo pecado cometido equivale a una deuda contraída. Incapaz de pagarla, su única esperanza es el perdón o remisión de la deuda.
Desenfreno. El pecador es un rebelde e idólatra, pues aquel que deliberadamente quebranta un mandamiento escoge su propia voluntad antes que la ley de Dios. Peor aún, se convierte en ley para sí mismo y, por lo tanto, hace un dios de sí mismo. El pecado comenzó en el corazón del ángel enaltecido que dijo “subiré”, en oposición a la voluntad de Dios (Is. 14:13-14). El anticristo es el desenfrenado (traducción literal del inicuo) porque se enaltece sobre toda cosa que es adorada o denominada Dios (2 Ts. 2:4). El pecado es esencialmente obstinación, terquedad, y la obstinación es esencialmente pecado.
Desobediencia. Literalmente, “oír impropiamente”; escuchar con falta de atención (He. 2:2). “Mirad, pues, como oís” (Lc. 8:18).
Transgresión. Es “excederse los límites” (Ro. 4:15). Los mandamientos de Dios son cercas o setos, por así decirlo, que impiden que el hombre penetre en territorio peligroso y sufra así daño su alma.
Caída. O falta o caer junto al camino (Ef. 1:7) en el idioma griego. De ahí la expresión común de “caer en pecado”. Pecar es caer de un nivel de conducta.
Derrota. Es el significado literal de la palabra “falta” (Ro. 11:12). Al rechazar a Cristo, la nación judía sufrió una derrota y equivocó el propósito de Dios.
Impiedad. De un vocablo que significa “sin adoración o apetencia” (Ro. 1:18; 2 Ti. 2:16). El hombre impío es aquel que presta poca atención o ninguna a lo sagrado. Lo sagrado no produce sentimiento alguno de temor aparencial. Está sin Dios porque no quiere a Dios.
Error. Describe los pecados cometidos por descuido o ignorancia, que se diferencian de aquellos pecados cometidos con presunción. El hombre que obstinadamente se propone hacer lo malo incurre en mayor grado de culpa que aquel que por debilidad cae en alguna falta.
TEORÍAS FALSAS
En la historia se han propuesto teorías que niegan o presentan erróneamente o restan importancia al pecado y su naturaleza.
1. Ateísmo. Al negar la existencia de Dios, el ateísmo niega también el pecado, puesto que, en sentido estricto, podemos pecar solamente contra Dios. En el análisis final de las cosas, toda mala acción está dirigida contra Dios.
2. Determinismo. Afirma que el libre albedrío es un engaño y no realidad. Nos imaginamos que somos libres para escoger, cuando en realidad nuestra elección es dictada por estímulos internos y por circunstancias fuera de nuestro dominio. El hombre es simplemente un esclavo de las circunstancias, según esa teoría.
Una de las consecuencias prácticas del determinismo es considerar al pecado como una enfermedad, por la cual debe considerarse al pecador como un ser digno de lástima, y no como a alguien a quien se debe castigar; pero el perentorio sentido del deber implantado en la conciencia del hombre refuta esta teoría.
3. Hedonismo. Esta palabra procede de una raíz etimológica griega que significa “placer”. Se trata de una teoría que sostiene que el mayor bien de la vida es disfrutar de los placeres y evitar el dolor. No todos los hedonistas viven una vida viciosa, pero la tendencia general del hedonismo es pasar por alto el pecado con designaciones como las siguientes: “debilidad inocente”,
“un tropezón”, “un capricho”, y “entusiasmo juvenil”. Disculpan el pecado con dichos como los siguientes: “errar es humano”, “lo que es natural es hermoso, y lo que es hermoso es bueno”. Naturalmente que esto representa con frecuencia un intento de justificar la inmoralidad.
4. Ciencia cristiana. La ciencia cristiana niega la realidad del pecado. El pecado, dice, no es algo positivo, sino simplemente la ausencia de lo bueno. El que el pecado tenga existencia verdadera es un “error de la mente mortal”.
Las Sagradas Escrituras denuncian el pecado como violación positiva contra la ley de Dios, es una ofensa real.
5. Evolución. Esta teoría considera el pecado como la herencia de animalidad del hombre primitivo. Esta teoría de la evolución es antibíblica. Además, los animales no pecan; viven de acuerdo con su naturaleza, y no experimentan conciencia de culpabilidad por proceder de esa manera. Es cierto que el hombre tiene una naturaleza física, pero esa parte inferior de él fue creación de Dios y ha sido creada para que esté sujeta a una inteligencia iluminada por Dios.
EL ORIGEN DEL PECADO
El tercer capítulo del Génesis da las claves que caracterizan la historia espiritual del hombre. Son ellas: tentación, pecado, culpabilidad, castigo, redención.
1. TENTACIÓN.
a) la posibilidad de la tentación. El segundo capítulo del Génesis proporciona la narración de la caída del hombre. Habla del primer hogar del hombre, su inteligencia, su servicio en el huerto de Edén, los dos árboles, y la primera boda. Se hace mención particular del árbol del conocimiento del bien y del mal y del árbol de la vida. ¿Por qué razón se había plantado allí? Con el objeto de proporcionar una prueba por medio de la cual el hombre podía con cariño y libertad escoger servir a Dios. Sin el libre albedrío, el hombre hubiera sido simple máquina.
b) La fuente de la tentación. Es razonable inferir que la serpiente fue el agente empleado por Satanás (Ez. 28:13-17; Is. 14:12-15). Por esta razón se describe a Satanás como “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Ap. 12:9).
c) La sutileza de la tentación. La sutileza se menciona como una característica sobresaliente de la serpiente (Compare Mt. 10:16). Presenta con gran astucia sugestiones que, cuando se las abraza, dan objeto a deseos pecaminosos y hechos también pecaminosos. Comienza dirigiéndose a la mujer (Gn. 2:16-17). Y espera hasta que Eva está sola (Compare Gn. 3:1; 2:16-17). Así, astutamente siembra la duda en el corazón de la mujer y, al mismo tiempo, insinúa que el mismo tiene la preparación necesaria para ser juez, en lo que respecta a la justicia de tal prohibición.
2. CULPABILIDAD.
a) Las palabras de la serpiente (Gn. 3:5) se cumplieron, pero el conocimiento adquirido fue distinto del que habían esperado. En vez de sentirse como Dios, experimentaron un terrible sentimiento de culpabilidad. Nótese que la desnudez corporal es símbolo de una conciencia desnuda o culpable. Cuando pecaron, la comunión fue interrumpida, el cuerpo venció al espíritu, y se inició el conflicto entre el espíritu y la carne (Ro. 7:14-24) que ha sido la causa de tanta miseria.
b) Así como la desnudez era representación y señal de una conciencia culpable, así también la tentativa de cubrir su desnudez es un cuadro del intento del hombre de ocultar su culpabilidad bajo el manto del olvido o de las excusas. Empero, solamente una vestidura hecha por Dios puede cubrir el pecado (Gn. 3:21).
c) El hombre culpable trata de ocultarse de Dios, de huir de él. Y es así como Adán y Eva procuraron ocultarse entre los árboles.
3. CASTIGO.
a) Castigo de la serpiente. La serpiente era un animal hermoso, erguido, pero se convirtió en el instrumento de la caída del hombre; es un animal maldito y degradado. Mas, puesto que la serpiente fue sencillamente un instrumento de Satanás, ¿por qué debe ser castigada? Porque Dios se propuso hacer de la maldición sobre la serpiente una figura y profecía de la maldición sobre el diablo y todas las fuerzas del mal.
b) Castigo de la mujer. “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Gn. 3:16).
c) El castigo del hombre. Al hombre se le había designado ya el trabajo (Gn. 2:15); mas el castigo consistirá en lo arduo del trabajo, y de las desilusiones y disgustos que acarrea.
d) La pena de muerte. El hombre fue creado capaz de no morir físicamente. Podría haber vivido indefinidamente si hubiera preservado su inocencia y continuado comiendo del árbol de la vida. Aunque restaure su comunión con Dios (y venza la muerte espiritual) por el arrepentimiento y la oración, no obstante, debe retornar a su Hacedor por el camino de la tumba.
4. REDENCIÓN.
Los primeros tres capítulos del Génesis contienen las tres apelaciones de Dios, que por medio de todas las Escrituras figuran en todas las relaciones de Dios con el hombre.
La redención prometida.
1) La serpiente trató de formar una alianza con Eva contra Dios, pero Dios romperá esa alianza. En otras palabras, se producirá una lucha entre la humanidad y los poderes malignos que causaron su caída.
2) ¿Cuál será el resultado de ese conflicto? Primero, victoria para la humanidad por medio del representante del hombre, la Simiente de la mujer. “Esta [la Simiente de la mujer] te herirá en la cabeza”. Cristo, la
Simiente de la mujer, vino al mundo para aplastar el poder del diablo (Mt. 1:23, 25; Lc. 1:31-35, 76; Is. 7:14; Gá. 4:4; Ro. 16:20; Col. 2:15; He. 2:14-15; 1 Jn. 3:8; 5:5; Ap. 12:7-8, 11; 20:1-3, 10).
3) Empero, la victoria no será sin sufrimiento. “Tú [la serpiente] le herirás en el calcañar”. En el calvario, la serpiente hirió en el calcañar a la Simiente de la mujer. Pero, esa herida ha proporcionado salud a la humanidad (Is. 53:3-4, 12; Dn. 9:26; Mt. 4:1-10; Lc. 22:39- 44, 53; Jn. 12:31-33; 14:30-31; He. 2:18; 5:7; Ap. 2:10)