Él es la figura central de las Sagradas Escrituras, Él llena las páginas de la Biblia; de hecho, hay Biblia porque el Verbo Eterno se humanizó. También Él es la figura central de la historia secular y humana -el calendario-, las fechas se cuentan diciendo tantos años antes de Cristo (a. C.) o tantos años después de Cristo (d. C.). Él es admirable, Incomparable.
Con el transcurso de los años, de los siglos y de los milenios, imperios han subido y han caído, caudillos se han levantado y han fracasado, ideas han surgido y han desaparecido, sistemas han florecido y han muerto. Grandes figuras humanas de ayer, hoy yacen bajo el polvo del olvido, pero no así en el caso de nuestro Señor Jesucristo, mientras más años, siglos y milenios pasan, más se agiganta la figura excelsa y gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Él es Admirable, Incomparable.
Nació contrario a las leyes naturales, vivió en pobreza, en su niñez confundió reyes, en su adolescencia asombró doctores de la Ley, en su juventud cambió el curso de la historia. Nació como un niño, se hizo hombre, murió por los pecadores. Sin embargo, Él es antes de todas las cosas. Creó todas las cosas, sostiene todas las cosas, es heredero de todas las cosas, domina todas las cosas. Él es Admirable, Incomparable.
Él dejó las glorias del cielo, se anonadó, se hizo siervo, fue herido por nuestros pecados, dio sus espaldas para ser azotadas, sus mejillas para ser abofeteadas, su rostro para ser escupido, sus manos y pies para ser lacerados, sus sienes para ser coronadas de espinas, su costado para ser abierto, su sangre para ser derramada, su vida para ser ofrecida, y todo esto por nosotros. Él es admirable, incomparable.
Padeció todo esto y en Él no hubo pecado, nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca, siendo el Hijo de Dios, la Roca de los siglos, el Único Fundamento, Creador del universo, el Verbo Eterno, el Don Inefable, el Príncipe de Paz, Salvador del mundo, Juez de vivos y muertos, y quien pronto volverá a este mundo. Él es Admirable, Incomparable.
Nació en un humilde pesebre, pero los ángeles cantaron y anunciaron su nacimiento; no tenía donde recostar su cabeza, pero fue a preparar mansiones para sus seguidores; vivió en la pobreza, pero ha enriquecido a millones con su gracia; sintió cansancio, pero concede eterno descanso a sus fieles; tuvo hambre, pero dijo: “Yo soy el Pan de Vida” (Juan 6:35, 48); sufrió sed pero dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37); no tenía hogar propio pero decía: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37); fue coronado de espinas, pero sus seguidores serán coronados de gloria; pocos lloraron su muerte, pero cuando expiró el velo del templo se rasgó, la tierra tembló y el sol se oscureció; fue crucificado entre criminales, pero fue exaltado a la diestra del Padre; murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras y fue sepultado en una tumba prestada, pero resucitó triunfante al tercer día rompiendo las ligaduras de la muerte para asegurar a sus seguidores una herencia incorruptible. Él es Admirable, Incomparable.
No desempeñó ningún puesto público, pero su influencia ha sido determinante; no poseía títulos académicos, pero su nombre es sobre todo nombre; nunca asistió a una universidad, pero los más grandes intelectos del mundo no pueden captar, mucho menos igualar su sabiduría, los que le escuchaban decían: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46); nunca escribió un poema, ni un libro, pero Él es el tema de inspiración de millones de poemas y de libros en el mundo. Él es Admirable, Incomparable.
Él fue a las profundidades más terribles del sufrimiento, para levantar al hombre a las más altas cumbres de gloria; Él llevó nuestros pecados para impartirnos su perdón y su justicia; nunca fue mareado por el éxito, o acobardado por sus enemigos, o deprimido por la duda, ni vencido por el miedo. Él es el centro de la historia, la luz del mundo, la puerta al cielo, la fuente de la felicidad, la solución a cada problema, el tema de nuestra predicación. Él es admirable, incomparable.
Atendiendo a cada necesidad y a cada urgencia de sus seguidores, Él dice: Yo soy el Mesías, yo soy el Pan de Vida, yo soy la Luz del mundo, yo soy la Puerta, yo soy el Buen Pastor, yo soy el Agua de Vida, yo soy el Hijo de Dios, yo soy la Resurrección y la Vida, yo soy Señor y Maestro; yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; yo soy la Vid Verdadera, yo soy Alfa y Omega, yo soy Principio y Fin. Si amigos, nuestro Cristo es Admirable, Incomparable.
“Dios… le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).
Él tiene la respuesta a cada pregunta, Él tiene la solución a cada problema, Él nos invita diciendo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Vengamos pues a Él con nuestras dudas, nuestras inquietudes, nuestras dificultades, nuestros temores, nuestras luchas, nuestros fracasos, nuestras enfermedades. Vengamos confiados porque Él es Admirable, Incomparable.
Amigo mío, ¿deseas venir a Cristo, a este Cristo maravilloso y admirable? Ven que Él será para ti todo lo que ha prometido ser. Amén