Algunos alegan que el libro de Jonás es una alegoría, una parábola, o que es ficción. Pero en el Evangelio según San Mateo 12:39-41, leemos: “El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar.”
Nuestro Señor Jesucristo se refiere al profeta Jonás que estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez; que los ninivitas se arrepintieron por la predicación de Jonás; y comparó su muerte y resurrección con el caso de Jonás. Si el libro de Jonás fuere una alegoría, parábola, leyenda, o ficción, el Señor no hubiese comparado su muerte y resurrección, el fundamento mismo de la redención con una ficción, de modo que el Señor Jesús confirmó la historicidad de Jonás y su tremenda experiencia.
Dios le da un mandato explicito a Jonás y le dice: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.” (Jonás 1:2). Nínive era una ciudad muy grande, sus murallas tenían más de treinta metros de alto y eran tan anchas que por encima de las mismas cabían a correr tres coches uno al lado del otro; era una inmensa metrópolis, capital del imperio de Asiria, una ciudad poderosa, arrogante, brutal, sanguinaria, cruel, corrompida, llena de mentira, de rapiña, de pillaje, de fornicación, maestra de hechizos (Nahum 3:1-4); y eran implacables enemigos de Israel.
Y Dios en su misericordia para darle oportunidad a los ninivitas de arrepentirse, es que ordena a Jonás para que vaya a Nínive a pregonar contra esa ciudad, pero Jonás en vez de ir a Nínive “se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis” (Jonás 1:3), es decir salió en dirección opuesta. Nínive estaba al Este de donde estaba Jonás, y Tarsis estaba al Oeste. Que muchos Jonás hay, que hacen exactamente lo opuesto a lo que Dios les ordena.
Jonás caminó a la costa del Mediterráneo, llegó a Jope, ciudad y puerto de mar, “y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella… lejos de la presencia de Dios” (Jonás 1:3). Jope era tal vez el puerto más importante en el este del Mediterráneo, en Palestina. Tarsis era un puerto muy importante y tal vez más distante en el oeste del Mediterráneo, que se cree estaba en el sur de España. Así que, Jonás en el camino de su desobediencia pagó su pasaje, cubrió sus propios gastos. Hoy día es igual, siempre hay los Jonás, que para desobedecer el llamado y la voluntad de Dios costean sus gastos, pero para obedecer a Dios hay que pagarle los gastos.
¿Por qué Jonás no quería ir a Nínive?, ¿qué le motivaba a desobedecer a Dios, y a huir, a escapar de su responsabilidad y de la presencia de Dios?
Nínive era el más cruel y encarnecido enemigo de Israel, y Jonás motivado por un equivocado celo por su pueblo, por un falso patriotismo, y por un fuerte deseo de venganza contra Nínive, viajó en dirección opuesta para no predicar en Nínive, para que así viniera la destrucción de la ciudad, pues él sabia que Dios es clemente y piadoso, tardo en enojarse, y de grande misericordia, y que se arrepiente del mal (Jonás 4:1, 2).
Así que, las motivaciones de Jonás en su huida eran humanas, carnales, patrioteras; motivaciones equivocadas conducen a decisiones erróneas y a resultados funestos. Por ese celo mal fundado en la historia de la iglesia cristiana se ha producido cerca de 200 millones de mártires evangélicos. Y con tales motivaciones Jonás cuyo nombre significa “paloma”, alzó vuelo, lo más lejos posible de Nínive, de su responsabilidad, de la voluntad de Dios, y de la presencia de Dios.
¿Pero quién podrá escapar de Dios? El salmista David cantó a la Omnipresencia de Dios y dijo: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz” (Salmo 139:7-12).
Y efectivamente, Jonás no pudo escapar, pues “Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave” (Jonás 1:4). El desobediente siempre se ve envuelto en grande tempestades, Dios en su misericordia hizo levantar esta tempestad para traer a Jonás a la obediencia y al cumplimiento de su responsabilidad; en medio de la tempestad “los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios” (Jonás 1:5), pero sus dioses no respondían, pues el mar se iba embraveciendo. Esos dioses, esos ídolos; esas imágenes de oro, plata, bronce, hierro, yeso, madera y papel, no pueden responder, no importa como las llamen, o de que religión sean, pues dice la Biblia que son “obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos” (Salmo 115:4-8).
El pueblo que se da cuenta, en experiencia propia, de la impotencia de los ídolos y de las imágenes, lo expresa de la siguiente manera: cuando Dios lo quiere santos no puede. El verdadero y único Dios para que nadie se engañe, ni se deje engañar dice: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22).
Los marineros a fin de controlar mejor la nave, y que la borda se elevara sobre el nivel del mar, lanzaron al mar todos los enseres, toda la carga, todos los bultos. Jonás irresponsable, como lo es todo desobediente, había bajado a una bodega y se había echado a dormir. El patrón de la nave inspeccionando las bodegas, para ver si toda la carga había sido lanzada al mar, se encontró con el bulto del problema, lo despertó y le dijo: “¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos” (Jonás 1:6). Que muchos dormilones hay hoy día, mientras las almas navegan y naufragan en el mar tormentoso del pecado, del vicio, de las drogas, del crimen, de la violencia, de la idolatría, del ocultismo, de la mentira y el engaño. Hay tantos predicadores y creyentes indiferentes, apáticos, desobedientes, manchados, que nada o muy poco hacen por la salvación de esas almas. Son dormilones.
Si el capitán del barco, un pagano, le tuvo que decir a todo un profeta: “Dormilón. Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos”.
Me siento con autoridad del Señor, habiendo conocido al Señor hace mucho tiempo, y habiendo ministrado por muchos años por los caminos de América y del mundo, dedicando toda mi vida, mi tiempo, mis energías, todo al Señor y a su Obra. Repito, me siento con la autoridad del Señor para despertad a tantos, y decirles: “dormilón”, levántate, ora, clama, testifica, trabaja por Cristo, rescata las almas del pecado, coopera con la verdadera Obra de Dios.
¡No seas dormilón! “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” (Efesios 5:14).