“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual,les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días…pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”(Hechos 1:4-5, 8).
Si comparamos la acción de la Iglesia de hoy, en su labor de evangelización en el mundo, con el crecimiento demográfico, con los adelantos de la ciencia moderna, y con la proliferación de tantos cultos heréticos, claramente veremos que la Iglesia no está marchando al ritmo acelerado con que todo se mueve en estos días del fin.
¿Podrá la Iglesia de Jesucristo hoy día moverse con la premura y con la urgencia que estos días requiere? Si la iglesia de los primeros tiempos pudo hacerlo, creemos que la Iglesia de hoy puede hacerlo.
La Iglesia comenzó con doce apóstoles; luego en el día de Pentecostés ciento veinte fueron llenos del Espíritu Santo; en ese mismo día tres mil almas fueron salvas, un poco más tarde cinco mil hombres fueron convertidos, no solo en Jerusalén, sino que también en Galacia, Macedonia, Acaya y Asia, multitudes eran salvas.
Hablando de este formidable crecimiento, Pabloescribió a los colosenses que el Evangelio llegó a todo el mundo, aquel era un crecimiento continuo, pues dice en Hechos 16:5, leemos: “Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.”
¿Cuál fue el secreto del crecimiento fenomenal de la Iglesia al principio? Existe una razón principalísima: El Espíritu Santo.Sí, el Espíritu Santo obrando a través de vasos limpios, humildes, rendidos y obedientes. Los predicadores eran verdaderamente ungidos por el Espíritu Santo. Vemos a Pedro lleno de la unción del Espíritu Santo predicando un gran sermón en el día de Pentecostés, y tres mil almas fueron salvas; vemos a Pedro y a Juan llenos del poder del Espíritu Santo sanando al cojo que se sentaba a la puerta del templo, y cinco mil fueron salvos por este milagro.
Vemos a Pedro por la operación del don del Espíritu Santo, de la palabra de conocimiento, reprendiendo a Ananías y Safira por su engaño; y como resultado los convertidos se afirmaron, los hipócritas se alejaron, “y los que creían en el Señor aumentaban más, gran númeroasí de hombres como mujeres”(Hechos 5:14).
Vemos nuevamente a Pedro bajo la unción del Espíritu Santo, predicando en casa de Cornelio, y el Espíritu Santo descendiendo, convirtiendo y bautizando a los gentiles. Le vemos también,lleno del Espíritu Santo, orando por Dorcas que había muerto, y Dios devolviéndole la vida, y “esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor” (Hechos 9:42).
Vemos también al diácono “Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo”(Hechos 6:8), y “su rostro como el rostro de un ángel”mientras predicaba (Hechos 6:15), y estando “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:55); y la sangre del mártir Esteban fue la semilla que produjo al gran misionero y ganador de almas, San Pablo.
Vemos también a otro diácono, Felipe, que“descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe,oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad”y se bautizaban hombres y mujeres (Hechos 8:5-8).
Vemos también a Bernabé, otro predicador, varón bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, mucha compañía fue agregada al Señor mediante su ministerio.
También está San Pablo, hombre erudito, cuyo ministerio excepcional y predicación no “fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu Santo y de poder” (1 Corintios 2:4). Aunque Pablo era un gran erudito, un gran teólogo, un gran orador,un gran intelectual; él sabía que si él iba a lograr verdaderas conversiones de sus oyentes no sería haciendo gala de sus recursos humanos sino dejando que el Espíritu Santo hiciere uso de él y de sus talentos.
Un gran predicador no es uno que predica bonito y florido, sino uno que predica y las almas se convierten a Cristo. El mismo Cristo para hacer la obra del Padre dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí…” (Lucas 4:18).
En la Iglesia primitiva no solo los predicadores eran hombres llenos del Espíritu Santo sino que también los discípulos, estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.E iban a todas partes anunciando la Palabra y “pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía… anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor” (Hechos 11:19-23).
Hoy día, causa mucha pena ver predicadores que casi nada hacen, porque no le entregan una Iglesia para pastorearla; pero en la Iglesia primitiva, aun los miembros de la Iglesia, predicaban y fundaban Iglesias.
En los días primitivos de la Iglesia, las Iglesias locales eran centros de evangelización y de fervor misionero, donde el ministerio del Espíritu Santo era tan real y evidente que en la Iglesia de Antioquía donde estaban Bernabé, Saulo y otros,“ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado… Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia…”(Hechos 13:2-4).La labor misionera de esta Iglesia local, fue tan notable, que fue precisamente aquí en Antioquía, donde los discípulos fueron llamados “cristianos por primera vez” (Hechos 11:26).
A la Iglesia en Tesalónica Pablo escribe:“De vosotros ha sido divulgada la Palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido…”(1 Tesalonicenses 1:8).
Da lástima ver iglesias hoy en día que no salen de sus cuatro paredes, no realizan labor de evangelización en sus alrededores, ni respaldan financieramente la labor misionera en otros países, estas son iglesias que tienen nombre que viven, pero están muertas.
En la Iglesia primitiva, los dirigentes eran hombres llenos del Espíritu Santo, en quienes los dones milagrososdel Espíritu Santo estaban en operación.Por esto, cuando un Ananías y Safira se confabularon para engañar a la Iglesia y al pastor, Pedro en este caso y con el don de la palabra de conocimiento en operación, les dijo: “¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (Hechos 5:3).
Por eso, cuando los legalistas quisieron mezclar la ley y la gracia para que los cristianos guardasen la Ley y el sábado, etc., los dirigentes del primer concilio o convención cristiana en Jerusalén, con el don del Espíritu Santola palabra de sabiduría, dijeron: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias” (Hechos 15:28).
Amados míos, si la Iglesia de Jesucristo en estos tiempos ha de moverse a ritmo acelerado que estos tiempos tan peligrosos requieren, se hace urgente, que tengamos un copioso, un poderoso derramamiento del Espíritu Santo; se hace necesario que el Espíritu Santo sea una gloriosa realidad en cada corazón, en cada congregación, en cada denominación, es apremiante que el impacto glorioso del poder del Espíritu Santo estalle cada vida y en cada Iglesia para que este mundo sea conmovido, sacudido hasta sus cimientos, y las multitudes se tornen al Señor.
Amados, el ministerio glorioso del Espíritu Santo en toda su plenitud, es indispensable para el crecimiento de la Iglesia, para la evangelización del mundo, para el avance de la obra misionera y la conquista de millones de almas perdidas para Cristo.
Con razón el evangelista Evans Roberts constantemente enfatizaba y decía: “Obedece al Espíritu Santo, no contriste al Espíritu Santo, sea lleno del Espíritu Santo”.
Con razón el gran evangelista Charles Spurgeon oró diciendo: “Oh Dios, envíanos al Espíritu Santo, danos Señor tanto el aliento de una vida espiritual, como el fuego de un fervor inconquistable, hasta que las naciones se rindan al dominio de Jesús.Oh Dios nuestro, contéstanos con fuego, te lo pedimos, contéstanos con el viento recio y con el impetuoso fuego.Mándanos el fuego que enciende y mueva a muchos; mándanos el viento que agite el tranquilo mar mundanal donde el hermano ha lanzado su ancla de comodidad, para que las olas le despierten y se ponga a trabajar.Oh Espíritu de Dios, túestás listo para trabajar con nosotros así como los estuviste ayer. Comienza ahora Señor, rompe oh Dios toda barrera que impida la manifestación de tu poder, sopla oh divino viento del Espíritu de Dios, consume todo obstáculo con fuego celestial, danos ahora Señor corazones en llamas, lenguas de fuego para tu Palabra predicar por doquier”. Hasta ahí la cita de Spurgeon.
Si hermanos, que se encienda el fuego glorioso del Espíritu Santo en cada corazón, en cada lector en estos instantes.
Amigo, si usted no es salvo, deje que el fuego del amor de Dios consuma todo el pecado.
Hermano, deje que el fuego del Espíritu Santo arda en su corazón y en su Iglesia, pues únicamente con este fuego podremos derrotar las huestes del enemigo y rescatar las almas para Cristo. Amén.