También leemos en 2 Corintios 5:10, de la siguiente manera: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”
En mi adolescencia tuve una revelación de parte del Señor con respecto al Levantamiento o Rapto de la Iglesia. Luego que ya era misionero recibí otra gloriosa experiencia. Me vi en el Cielo. Me vi que era parte de una gigantesca roca blanca, y yo mismo me decía: “La Roca es Cristo.” Si en la revelación esto fue algo tan maravilloso, ¡cómo será en la realidad!
Casi siempre se piensa que inmediatamente que la Iglesia es levantada al Cielo, se va a celebrar inmediatamente las Bodas del Cordero. Todos sabemos que inmediatamente antes de una boda siempre hay ajustes finales que realizar. Así también, antes de las Bodas del Cordero, la Palabra de Dios nos enseña que hay unos ajustes finales que el Señor quiere realizar con Su Iglesia.
Una vez que la Iglesia es levantada lo primero que va a tomar lugar en el Cielo es que todos hemos de estar en el Tribunal de Cristo. En Lucas 14:14 y en 2 Timoteo 4:8, la resurrección está relacionada con el Tribunal de Cristo, donde “cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí… Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” Cuando dice “malo”, esto no lleva una connotación de pecado; lo que quiere decir es, “sin valor, inútil”.
Allí no puede entrar nada ni nadie manchado de pecado. En Apocalipsis 21:27, dice: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira; sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”, porque sin santidad, nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).
Amados, el final destino y el ulterior propósito de Dios para con la Iglesia no es únicamente que esta llegue el Cielo; es con la llegada al Cielo que comienzan las glorias de la Iglesia, y la consumación del eterno propósito de Dios para con ésta. Pero antes, es menester, “es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo…” y “cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí”.
Veamos en qué consiste esta vista, esta comparecencia de la Iglesia, no en forma colectiva, tampoco como denominación o como concilio, sino que “cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí”. Es una comparación individual.
Al principio de este mismo capítulo tres de primera de Corintios, hallamos que en esta Iglesia en Corinto había un ambiente de celos, contiendas, disensiones, divisiones, carnalidades, envanecimientos, preferencias hacia unos y menosprecio hacia otros; y ante esta lamentable situación es que el apóstol, haciendo uso de su autoridad apostólica, les escribe, en primer lugar, para corregir aquella situación imperante; y en segundo lugar, para proyectarles hacia una comparecencia futura en el tribunal de Cristo, ante cuya gloriosa y escrutadora Majestad, “se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios” (Romanos 14:11).
¿Dónde será el Tribunal de Cristo? En el Cielo. Jesús dijo: “Porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos” (Lucas 6:23).
¿Cuándo será esta comparecencia ante el Tribunal de Cristo? Inmediatamente después de la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los vivos, que “seremos arrebatados juntamente con ellos… y así estaremos siempre con el Señor” (Lucas 14:14; 1 Tesalonicenses 4:16, 17; 2 Timoteo 4:8).
¿Quiénes comparecerán ante el Tribunal de Cristo? Todos los verdaderos cristianos, quienes “a la final trompeta” habrán sido resucitados, transformados y arrebatados al Cielo. (1 Tesalonicenses 4:16, 17; 1 Corintios 15: 51, 52).
¿Para qué compareceremos ante el Tribunal de Cristo? “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios razón de sí” y “cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (Romanos 14:12; 2 Corintios 5:10).
¿Qué es lo que se va a evaluar en el Tribunal de Cristo? En 1 Corintios 3:9-15, leemos como sigue: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.”
El apóstol Pablo afirma que ya el fundamento está puesto, el cual es Cristo; que nadie puede poner otro fundamento; que cada uno, responsablemente, debe ver como edifica sobre el fundamento que ha sido puesto. Puede haber un edificio mal edificado sobre un buen fundamento; puede haber un edificio muy lindo y atrayente, pero que ante el fuego resulte como hojarasca; es posible edificar sobre el fundamento con oro, plata, piedras preciosas, o con madera, heno, y hojarasca.
Acá en el tribunal humano se evalúan hombres y organizaciones por la cantidad de cifras que tengan en su cuenta bancaria; se reconocen los ministerios por el éxito real o aparente que tengan; se clasifica a los predicadores por las multitudes que sean capaz de coordinar y aglutinar.
Pero en el Tribunal de Cristo serán evaluadas las obras, el trabajo en la Obra de Dios, no por las obras mismas cuán exitosas hayan sido, sino por las motivaciones e intenciones que hayamos tenido al realizar la obra del Señor.
Uno puede hacer una cosa buena con una motivación mala. Uno puede desear una cosa buena, como lo es el bautismo en el Espíritu Santo, con una motivación mala, como es el caso de Simón el Mago (Hechos 8:18-24). Uno puede trabajar mucho en la obra de Dios con una motivación mala.
En el Tribunal de Cristo se van a someter a prueba las motivaciones, las intenciones; qué nos motivó o impulsó a trabajar en la Obra de Dios. Las motivaciones e intenciones puras, honestas, santas, son como oro, plata, piedras preciosas; las motivaciones hipócritas, egoístas, carnales, interesadas en lo personal, son como madera, heno, hojarasca. En el Tribunal de Cristo el fuego hará la prueba.
En 1 Corintios 4:5, leemos: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones…”
En Romanos 2:16, leemos: “En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos (lo encubierto) de los hombres, conforme a mi Evangelio.” Uno puede hacer la obra de Dios con motivaciones y con propósitos encubiertos.
En el capítulo seis del Evangelio según San Mateo, el Señor menciona tres cosas buenas, esto es: dar limosnas, orar y ayunar.
Esto es bueno y muy necesario, pero el Señor añade que si el que da limosnas lo hace motivado para ser estimado de los hombres, que esa estimación humana será su recompensa. En el Tribunal de Cristo tendrá pérdida; sus motivaciones y sus obras serán quemadas como madera, heno, y hojarasca; él empero será salvo como quien escapa del fuego.
El orar es bueno, necesario, indispensable, pero el Señor dice que si el que ora lo hace con la motivación de ser visto de los hombres, es decir, que todos sepan que él ora, que ese es su pago humano. En el Tribunal de Cristo tendrá pérdida, pues sus intenciones, motivaciones y obras serán quemadas como se quema la madera, el heno, y la hojarasca.
El ayunar es bueno, necesario, indispensable, pero el Señor dice que si el que ayuna demuda su rostro, “encorva su cabeza como el junco, hace cama de saco y ceniza,” para que todos sepan lo mucho que ayuna, que ese es su pago humano, esto es, que todos sabrán lo mucho que ayuna. Y en el Tribunal de Cristo tendrá pérdida, pues sus motivaciones y sus obras serán quemadas como madera, heno, hojarasca.