“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso”, 2 Reyes 5:1.
La palabra que se utiliza para poder de Dios en el idioma griego es dunamis. Dunamis significa: poder, virtud, poderío y fuerza; la palabra dinamita, dinámica y dinamo tienen el mismo origen. El apóstol Pablo refiriéndose al mensaje del Evangelio dice: “Porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16). Ese es el Evangelio que tiene en sí mismo un poder sobrenatural que es capaz de muchas cosas, el Señor encomienda a su Iglesia llevar este mensaje. “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15, 16).
En este pasaje de las Escrituras se narra la historia de un general del ejército de Siria en los días del profeta Eliseo, este personaje era importante, su nombre era Naamán. Naamán era un extranjero, una persona inconversa, no conocía los mandamientos del Señor, estaba involucrado en la idolatría; sin duda Naamán era un gran adorador y devoto de “Rimón”, dios del pueblo sirio, por la tanto, un hombre necesitado de Dios, uno que necesitaba oír el mensaje de Dios. La Biblia dice que era muy apreciado por todos y especialmente por el rey de Siria, tenía una posición honrosa; era un general de características especiales, “valeroso en extremo”, “estratega militar”, era un “héroe nacional”, un hombre querido en todo el país, por medio de él Dios había dado salvación a Siria.
Este general era valeroso en extremo, había demostrado en el campo de batalla que era un militar a carta cabal, pero cuando oímos esa lista de cosas tan positivas y ciertas acercas de Naamán el sirio al final todo se desploma, porque era leproso. La lepra va carcomiendo irremisiblemente hasta acabar con la persona, es una enfermedad repugnante, que todavía existe y hace estragos al que lo padece, aislándola, marginándola y obviamente incapacitándola para cualquier función que valga la pena. La lepra en la Biblia es un símbolo de pecado, el pecado como una mancha mortal en el género humano.
Mencionaremos tres mensajes que fueron dados al general Naamán. El primer mensaje se la dio su propia esclava, el segundo mensaje fueron sus propios criados, y el tercer mensaje fue del siervo del profeta Eliseo.
PRIMER MENSAJE
El primer mensaje surgió de la esclava de la esposa de Naamán, ella vivía en la misma casa, siendo adolescente la habían traído a Siria, había sido vendida como si fuera una mercancía. Cuando tuvo la oportunidad le dijo a la esposa de Naamán: “Si mi Señor Naamán fuera a Samaria, el profeta Eliseo lo sanaría de la lepra”. Nunca habían oído un mensaje así, sabiendo que en ese tiempo la lepra no tenía cura, pero la esclava estaba declarando con una convicción firme que Naamán sería sano de la lepra. Ella pudo haberse quedado callada si hubiera mirado las circunstancias en las que vivía, pero sabía que Dios está por encima de todas las circunstancias.
EL SEGUNDO MENSAJE
El segundo mensaje que recibió fue el de sus propios siervos, porque cuando Naamán llegó a Israel, Eliseo no se apersonó, sino que envió a su siervo, para que le hablara. “Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado” (2 Reyes 5:9-12).
En 2 Reyes 5:13 sus siervos lo detuvieron y le dijeron: “Pero mi señor, si el profeta te hubiera mandado algo muy difícil ¿no lo hubieras hecho?, si te hubiera pedido que conquistes una ciudad, estarías en camino, pero te ha dado un mensaje sencillo, sólo hazlo, él te ha dicho que tu lepra desaparecerá, que serás limpio”.
EL TERCER MENSAJE
Fue del siervo de Eliseo, y le dijo así: Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio” (2 Reyes 5:10).
Dios golpeó el ego de Naamán. Cuando llegó a la casa de Eliseo, esperaba cierto protocolo, después de todo él era el gran general, el hombre que no se arrodillaba ante nadie, al cual todos los demás le tenían que rendir honores. Y ahora llega a la casa de Eliseo y el que sale es el criadito, y le dijo: “Dice mi Señor Eliseo que te zambullas siete veces en el río Jordán y tu carne será limpia”.
El yo de este hombre se sintió despedazado, y dice: “Que se habrán creído, yo soy grande, yo soy importante”; pero el general no entiende los tratos de Dios.
El general se quiso irse, y ahora dice: “Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio?”
Si no fuera por este milagro acontecido en su vida, un idolatra como Naamán no aparecería en la Biblia y quizás de ninguna historia. Entonces obedientemente va y se zambulle siete veces en el río Jordán; cuando salió la séptima vez la llaga ya no estaba, la llaga había desaparecido, su piel se volvió como la de un niño, hermosa, tersa, sana.
Naamán entiende que Dios es real y le dice al profeta: “Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo” (2 Reyes 5:17-18). Tenía que ir por obligación, y que no adoraría al dios Rimón, sólo lo haría por un protocolo, porque de ahora en adelante su Dios sería Jehová el Dios de Israel.
¡Dios transforma! ¡El poder del Evangelio resulta eficaz para muchas vidas!