En una convención hace más de 50 años, en la ciudad de Bayamo, Cuba, con el siervo de Dios, Rev. Luis M. Ortiz, su esposa Rebecca y un gran número de pastores, se derramó la gloria de Dios. Lenguas repartidas como de fuego aparecieron en aquel lugar, visiones y apariciones sobrenaturales; Dios mostró a muchos hermanos que esta Obra se extendería por el mundo entero.
Las visiones que fueron dadas, nos mostraron barcos que llegaban llenos de demonios para estorbar el plan que Dios tenía para la evangelización; y en esta revelación se veía que los pastores iban avanzando por los países, conforme avanzaban aparecían delegaciones demoníacas tratando de detener el trabajo, pero no podían lograrlo porque los misioneros seguían avanzando en el nombre del Señor Jesucristo. Lo terrible es que comenzaron a aparecer pastores, que junto con los demonios, querían detener la labor de Dios y aunque se unían más, la Obra seguía avanzando para cumplir la Palabra de Dios: “Y las puertas del Hades (infierno) no prevalecerán contra la Iglesia” (Mateo 16:18).
Durante el ministerio de nuestro Señor Jesucristo, las potestades, principados y demonios no se detuvieron, atacaron, avanzaron; pero Cristo avanzó aun más. El ataque es fuerte, durante muchos años estos ataques han sido contra aquellos que han anunciado la sana doctrina. Algunos pastores y creyentes se han levantado para estorbar y difamar la Obra de Dios. Eso no es nuevo, lo hicieron con Jesucristo; hasta hoy se dice que Jesús tenía relaciones maritales con María Magdalena; en aquellos tiempos los líderes religiosos le dijeron a Jesús: “¡Tú tienes demonio!”, “Por Beelzebú, príncipe de los demonios hechas demonios” (Juan 10:20, Mateo 12:24), “Tú eres samaritano” (Juan 8:48). Y decirle “samaritano” a un judío era una humillación tremenda.
Lo tildaron de samaritano, pero ¿quiénes decían esto? los grandes líderes de la religión fuerte de ese tiempo, que tenían los libros de la Ley, que invocaban el nombre de Jehová. Trataron de estorbar el trabajo que el Señor vino a realizar, pero ni el mismo diablo en persona pudo detener el plan de Dios. Los peores enemigos, antes y después de Cristo, fueron los líderes religiosos, que viviendo una religión falsa, hipócrita, llenos de demonios quisieron destruir el plan de Dios.
Años después de Cristo, se levantó este gran hombre de Dios, el apóstol Pablo, haciendo la Obra que Cristo había encomendado, se encontró con el mismo diablo. En Efesios 6, Pablo dice: “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en la regiones celestes” (Efesios 6:12); nuestra lucha no va a ser contra hombres, sino contra fuerzas satánicas, que tomando hombres se levantan para oponerse al avance de la evangelización.
En Mateo 7:15, Jesús dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Sabemos que la oveja es un animal manso, pero también representa al creyente que sirve a Dios. Jesús advirtió que iba haber mucha gente vestida de oveja, pero serían lobos rapaces que acabarían con el rebaño.
Jesús dijo a sus discípulos: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15, 16). Los frutos son las obras, son el testimonio de aquellos que estamos en su Camino, dice en la Palabra de Dios, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos” (Mateo 7:21). ¿Cómo reconocemos un verdadero Siervo de Dios? ¿Cómo conoceremos si una denominación que dice ser evangélica, protestante o cristiana es una verdadera Iglesia de Cristo? La reconoceremos por lo frutos, por las obras, por la obediencia a la Palabra de nuestro Señor Jesucristo.
Para ser cristiano hay que conocer el Evangelio, cuántos millones de los llamados protestantes evangélicos, pastores y líderes religiosos se pasan todo el tiempo pisoteando los mandamientos de Dios, y se atreven a decir que no necesitan leer la Biblia o ir a la Iglesia para ser cristianos; tristemente estas personas se llegan a unir con el diablo y los demonios, y comienzan a combatir la verdadera fe cristiana.
Sepa el mundo entero que hay cientos de religiones que hablan e invocan el nombre de Dios, pero ese dios no es el que hizo los cielos y la tierra: porque el verdadero Dios, se reveló al hombre y le dio su ley. Desde el principio Jehová dijo que debemos atender su Palabra, guardarla y obedecerla; y al pueblo que la puso en práctica, Él lo guardó y lo bendijo.
Debemos saber que a Cristo vinieron los religiosos y le dijeron: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos?” (Marcos 7:5), Jesús les respondió: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 6:6-8). Hace muchos años, recibí esta doctrina en las Asambleas de Dios y ellos también la recibieron de la Biblia, porque esto viene de Cristo, esto viene de los apóstoles, esto no es de Luis M. Ortiz, ni tampoco mío.
Es una bendición ser Siervo de Dios, aunque usted tenga una iglesia pequeña o grande, no lo tome como poca cosa. Él nos da el poder del Espíritu Santo, como dice en la epístola a los Hebreos, Dios nos ha dado los poderes del siglo venidero, poderes sobrenaturales, que no tiene ningún hombre (Hebreos 6:5). La noche que Nicodemo se acercó a Jesús dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Juan 3:2).
Jesús dijo: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios…” (Marcos 16:17); también Jesús dijo a sus discípulos: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).
Iglesia de Cristo, el Señor nos ha dado autoridad para echar fuera demonios, sanar enfermos, hacer milagros, destruir fortalezas del diablo. Tenemos poder en el nombre de Jesús, en ayuno y oración, atando las fuerzas de las tinieblas y ordenando que sean destruidas, con el gran poder de Dios. ¡Con nosotros está el Todopoderoso!
No podemos tener en poco lo que Dios ha hecho por nosotros, enviar a su único Hijo para deshacer las obras del diablo. Jesús dijo: “He aquí os doy potestad…” (Lucas 10:19). La única forma de conmover los pueblos y naciones es llenos del Espíritu Santo.
En Hechos 19:2, dice que Pablo estaba en Éfeso y encontró a un grupo de cristianos que no sabían nada del Espíritu Santo, y Pablo les dijo: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”. Entonces Pablo les predicó, les enseñó, diciéndoles: “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo” (Hechos 19:4), Juan vino para esto y Jesús vino para esto otro. Entonces los bautizó en agua, y luego les impuso las manos, y recibieron el Espíritu Santo y hablaban en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 19:5, 6). Esos creyentes ya no fueron los mismos.
Yo era tímido, había recibido el gozo del Señor siendo un jovencito de 16 años, comencé a orar y recibí el bautismo del Espíritu Santo, desde ese instante mi vida fue transformada totalmente, yo recibí un poder sobrenatural, tuve visiones, vi la gloria de Dios, y desde allí empecé a echar fuera demonios y a orar por los enfermos, y ellos eran sanados.
Hace algún tiempo tomé el avión para ir a Colombia, desde el Perú, y leí un periódico con letras grandes que decía: “El loco de Tolú fue sanado por un joven pastor”. Se trataba de un joven de 18 años, que comenzó a orar con carga por un loco que todos los días atravesaba la ciudad. Dios le habló en sueños, visiones y por su Palabra. Dios es el que sana y liberta; los brujos, hechiceros, espiritistas y curanderos dicen que sanan, pero es una falsedad del diablo, una mentira; Satanás no sana, no resuelve los pleitos, contiendas, peleas, guerras, suicidios, abortos, divorcios. Porque el diablo vino “para hurtar y matar y destruir” (Juan 10:10), pero “para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). Y para esto Dios ha levantado la Iglesia, para destruir las obras de las tinieblas.
Aquel joven comenzó a orar por esta persona durante varios días. Junto a otro jovencito, menor que él, ayunaban, oraban y hacían vigilias. Un día, estando en ayuno y oración, Dios le dijo: “Levántate, hoy vas a orar por el loco de Tolú”. Entonces, fueron a la orilla del mar y allí estaba sentado aquel hombre y le comenzaron a hablar, diciendo: “Hemos venido para que Jesucristo te liberte, Él me ha dicho que te va a sanar”; imponiéndole las manos, reprendieron a los principados, a las potestades satánicas, echaron fuera a los demonios, a los espíritus inmundos, y aquel hombre que estuvo 35 años loco, en unos minutos quedó completamente libre, llorando le entregó su alma a Cristo y fue libre de esas cadenas terribles. Luego llegó a su casa, se bañó y le dijo a su familia: “¡Soy libre! ¡Gloria a Dios!”
Esa noticia salió en primera plana, en un periódico importante en Colombia, en la página central se encontraba la fotografía del loco de Tolú, cómo era antes y cómo estaba ahora, y los testimonios de los que le conocían. Dice en el Evangelio según San Marcos 5:1-20, que Jesucristo sanó a un loco endemoniado. Los que son de Cristo tienen poder, libertan, hacen milagros en el nombre de Jesús.
Dios está esperando que nosotros creamos y actuemos por su Palabra, nos santifiquemos, obedezcamos sus mandamientos, hagamos su voluntad y entonces Él manifestará su poder y su gloria a través de nosotros. Si eso no está ocurriendo es porque no se vive en santidad, en obediencia, no se está orando. Dice la Palabra: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová” (Isaías 59:1).
Cristo vino a liberar a los endemoniados, a sanar a los enfermos y hasta resucitar muertos. Decídete a ser lleno del poder del Espíritu Santo de Dios. Jesucristo dijo: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.” (Lucas 10:19)