En el libro de Jeremías 18:1-6, leemos: “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras.Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.”
Antes de considerar este pasaje, notemos el lugar tan prominente que ocupa la Palabra de Dios en el mismo. Fue por Palabra de Dios que Jeremías fue a casa del alfarero. Ya en el taller del alfarero recibió el mensaje de la Palabra de Dios, mensaje que luego comunicó al pueblo.
Hoy como ayer la Palabra de Dios tiene que ocupar el lugar preponderante que Dios le ha asignado en la vida del creyente, de la congregación, de todo el pueblo de Dios, y aun de toda la humanidad. Pero con tristeza hay que decir que muchos creyentes, predicadores, congregaciones y denominaciones siguen colocando la Palabra de Dios en un segundo plano.
Y siguen dando relieve a sus conceptos particulares, dogmas, a sus actividades y programas, a sus festivales, conciertos, fiestas, dramas, comedias, embelecos, payasos, títeres, marionetas, cantaletas, entretenimientos, excursiones a playas públicas; a sus llamados himnos con música mundana y sensual de salsa, merengue, ranchera, rock, le lo lai, música de tierra adentro, pero de cielo afuera, que definitivamente no sirve para elevar el espíritu, para que este pueda entrar al Lugar santísimo en el Cielo en adoración y en reverencia.
Y el alejamiento de la Palabra de Dios es tal que el mismo texto sagrado sigue siendo atacado y sigue sufriendo irreverentes alteraciones y cambios al capricho del interesado. Pero es muy cierto que la Palabra de Dios no cambia, la Palabra de Dios es eterna, permanece para siempre.“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”(Mateo 24:35), dijo el Señor.Y también es cierto que Dios siempre ha tenido un pueblo que honra y obedece Su Palabra.
Pero volvamos al pasaje leído, Jeremías es enviado a la casa, o al taller del alfarero, no a predicar un sermón, sino a recibir un sermón de parte de Dios, debidamente ilustrado con la labor del alfarero en su taller, para que luego lo predicara al pueblo. Y Jeremías obedece.
Aquí hay un mensaje especial para el pueblo de Israel en aquel tiempo, y en nuestro tiempo, pero en esta ocasión queremos ocuparnos del Alfarero Celestial y tres vasijas especiales.
LA PRIMERA VASIJA
El Alfarero Celestial es Dios. El taller del Alfarero es esta Tierra, la cual vino a ser como su taller, pues el Alfarero Celestial trabajó con barro, y “formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”(Génesis 2:7). Ésta es la primera vasija.
Jeremías notó en el taller del alfarero que la primera vasija “se echó a perder”. Es interesante notar que el problema no estaba en el alfarero, sino en el barro. Y esta primera vasija de barro, que hizo el Alfarero Celestial, o sea, el primer Adán, se echó a perder. Desobedeció a Dios, pecó contra Dios, se alejó de Dios; pecó contra su espíritu, y éste murió, pues quedó separado de Dios; pecó contra su alma, y ésta se corrompió en vicios y pecados; pecó contra su cuerpo y éste enfermó hasta volver al polvo. Pecó contra su posteridad, pues “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”(Romanos 5:12; 3:23); una raza corrompida, rebelde y perdida.La primera vasija, Adán, y su descendencia “se echó a perder”.
LA SEGUNDA VASIJA
Pero el profeta Jeremías, también ve que el alfarero “hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla”. Esto es, esta segunda vasija, el alfarero la hizo mucho mejor. De igual modo, “cuando vino el cumplimiento del tiempo”(Gálatas 4:4), el Alfarero Celestial volvió a bregar con el barro de la naturaleza humana, y la virgen concibió, y dio a la luz un hijo, y llamó su nombre “Emmanuel”(Isaías 7:14), y “envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4:4). Es decir por medio de un proceso genético divino operado por el Espíritu Santo en la virgen María nació el Señor Jesucristo y conservando su eterna naturaleza divina es llamado Hijo del Altísimo, Hijo de Dios, y participando de la naturaleza humana, la naturaleza de barro, es llamado Hijo de Hombre.
Este es el postrer Adán, o sea, la segunda vasija, la cual ciertamente quedó perfecta, maravillosamente perfecta ¡Él es Admirable!
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”(Colosenses 2:9). “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicando a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16). “Nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”(Isaías 53:9). Este no hizo ningún mal alguno.“No conoció pecado”(2 Corintios 5:21). “Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”(Hebreos 7:26).
Y así como Satanás atacó y logró echar a perder la primera vasija, el primer Adán, aún con mayor fuerza atacó y trató de dañar y de echar a perder esta segunda vasija, el postrer Adán, nuestro Señor Jesucristo, por medio de la muerte prematura, la tentación, la vanagloria, la persecución, el insulto, la acusación falsa; y cuando creyó que con la muerte en la cruz le vencería el Señor ascendió al calvario, fue crucificado, y allí en la cruz“despojando a los principados y a las potestades (a Satanás y su poderío),los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz… por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”(Colosenses 2:15; Hebreos 2:14).
La segunda vasija, nuestro Señor Jesucristo, triunfó cabalmente sobre Satanás y decretó su eterno confinamiento en el lago de fuego y azufre.
LA TERCERA VASIJA
Amigos, pero en el pasaje del profeta Jeremías hay una tercera vasija, Dios dice: “¿No pondré yo hacer de vosotros como este alfarero…? He aquí que como el barro en la mano de alfarero, así sois vosotros en mi mano”(Jeremías 18:6).
La primera vasija, Adán, es básicamente barro con el soplo del Espíritu de Dios, o sea la naturaleza humana con el aliento de vida de Dios. La segunda vasija, el postrer de Adán, Cristo, es básicamente la Divinidad concebida en el barro por la obra del Espíritu Santo, o sea, la plenitud de la Deidad, habitando corporalmente en la naturaleza humana (Colosenses 2:9).
La tercera vasija que Dios hace es básicamente la presencia de la naturaleza Divina en el barro, que el apóstol Pedro le llama la “participación de la naturaleza divina”, en la naturaleza humana.
Esta participación de la naturaleza divina en la naturaleza humana se produce por un acto de engendro de Dios (Juan 1:13), y el resultado es un nuevo nacimiento, “nacido del Espíritu”de Dios (Juan 3:1-8), “nacido de Dios”(1 Juan 5:1), renacido por la Palabra de Dios (1 Pedro 1:23), y “hechos hijos de Dios”(Juan 1:12; 1 Juan 3:1-2) y recibe la vida eterna (Juan 3:16) por el cual es“nueva criatura es(o nueva creación);las cosas viejas pasaron; y he aquí todas son hechas nuevas”(2 Corintios 5:17).
Esta “participación de la naturaleza divina”en la naturaleza humana, o sea, esta regeneración, esta transformación, este nuevo nacimiento, esta nueva criatura, es característica únicamente del verdadero Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
En las religiones paganas, o pseudos-cristianas, o semi-evangélicas, no se produce un cambio, una transformación, un nuevo nacimiento, las cosas viejas no pasan, y nada es hecho nuevo. El verdadero Evangelio de Jesucristo es el único que toma la naturaleza caída y corrompida del hombre y la regenera, la transforma y le imparte la vida de Dios, la vida eterna.
Amigo, esta es una necesidad básica, temporal y eterna del ser humano. Es una necesidad urgente de tu alma. ¡Ser transformado, recibir la vida de Dios! Escucha las palabras del Señor para ti: ¿No podré hacer yo de ti como el alfarero? He aquí como el barro en la mano del alfarero, así eres en mi mano.
Amigo lector, haciendo buen uso de tu inteligencia, de tus sentimientos, y de tu voluntad, en estos instantes colócate en las manos del Señor, del Alfarero Celestial, como el barro en las manos del alfarero y te garantizó que el Señor te transformará, te hará nueva criatura, te dará vida eterna, te hará una vasija de “honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).
Amado, rinde tu vida al Señor, para que seas un vaso útil en Sus manos, alcanzando también a otros con Su favor. Amén.