Historias de Vida
10 de Marzo del 2015
El primer gran despertar
Fue un movimiento revitalizador que se extendió por las trece colonias americanas del imperio británico entre 1720 y 1770. Se caracterizó por ser una enorme onda cristianizadora que transmitió la Palabra a través de masivas prédicas realizadas, en muchos, casos al aire libre.
Entre 1720 y 1770, un movimiento de revitalización cristiano, denominado el Primer Gran Despertar, impactó la América colonial con la Palabra de Dios. Lejos de los rituales y ceremonias tradicionales, se caracterizó por ser una gran ola evangelizadora que transmitió las buenas nuevas a través de multitudinarias prédicas realizadas en muchos casos al aire libre. Fue una revolucionaria forma de fe que fomentó un profundo sentido espiritual mediante la introspección y ofreció la luz del Evangelio a los nativos americanos y los esclavos llegados del África.
El Primer Gran Despertar, que colocó a las Escrituras por encima de la razón humana, fue parte además de una corriente religiosa restauradora mucho más amplia, un avivamiento evangélico que tuvo lugar simultáneamente en el otro lado del Atlántico, sobre todo en Inglaterra, Escocia y Alemania. En todas estas naciones durante las décadas centrales del Siglo XVIII, una nueva era de la fe se levantó para contrarrestar las corrientes de la época de la Ilustración. El objetivo principal fue reafirmar que la verdadera religiosidad significaba confiar con el corazón y no con la cabeza.
Opuesto a los dogmas de la iglesia clásica, el Primer Gran Despertar asimismo enfatizó respecto la importancia del individuo y su experiencia religiosa personal. Bajo el manto protector del Señor, tuvo un gran papel en la unificación de las colonias y sentó un precedente en las ideas que desembocaron en la Revolución Americana. Del mismo modo, dejó sentado el derecho a cuestionar la autoridad impuesta por el establishment religioso y a buscar la libertad en el camino de la fe. Los predicadores cristianos de esta época fueron los mejores defensores de la autonomía.
El gran George
Dueño de una voz potente capaz de irradiarse a gran distancia, a pesar de su débil constitución física y persistentes problemas en su sistema respiratorio, George Whitefield fue una de las bases más sólidas del Primer Gran Despertar. Gracias a sus prédicas, punzantes como lanzas filudas, influyó sobre miles de personas, como pocos predicadores lo han conseguido, y se constituyó en un siervo del Creador apasionado por la sana doctrina. Sus biógrafos calculan que predicó el verbo del Señor a alrededor de diez millones de personas en sus treinta y cuatro años de ministerio.
Nacido en Inglaterra, el 16 de noviembre de 1914, George partió en 1737 rumbo a América para predicar la Palabra del Salvador en la ciudad norteamericana de Savannah, ubicada en la colonia inglesa de Georgia, por invitación y sugerencia de los hermanos John y Charles Wesley. Lejos de su tierra, a orillas del océano Atlántico, inmensas multitudes los escucharon mientras terminaba de darle forma a un proyecto vigente hasta la actualidad. El 25 de marzo de 1740, en plena efervescencia de la esclavitud, puso el primer ladrillo de un orfanatorio al que bautizó como “Bethesda”.
En una época desprovista de medios de transportes veloces, George visitó América en siete oportunidades y completó trece travesías transatlánticas con la única misión de propagar las enseñanzas del Señor. Al respecto, algunos historiadores estiman que a través de su vida pastoral, Whitefield predicó más de dieciocho mil sermones formales e incluso detallan que, incorporando los mensajes informales, el número podría elevarse a más de treinta mil. George visitó en misión evangélica las Bermudas, Gibraltar, los Países Bajos y realizó quince viajes a Escocia y dos a Irlanda.
Whitefield no fue un predicador más. A diferencia de la mayoría de los pastores de su tiempo, utilizó la espontaneidad y desechó los mensajes prefabricados a la hora de ministrar la Palabra. Gente tan diversa como el científico Benjamín Franklin, el filósofo David Hume y el autor inglés John Newton, dieron testimonio de la belleza y eficacia de su oratoria. En un ambiente de escepticismo, personas de clase media y baja principalmente, se emocionaron, lloraron, oraron, dirigieron sus ojos al cielo, y sufrieron convulsiones bajo los efectos de sus mensajes.
Instrumento del Señor
Criado en hogar cristiano, Jonathan Edwards fue otra de las figuras distinguidas del Primer Gran Despertar. Llamado a menudo el teólogo más grande de Estados Unidos, se alzó como celoso paladín de las Sagradas Escrituras. Académicos cristianos y seculares están de acuerdo en su importancia en la historia de los Estados Unidos. Sus escritos científicos, filosóficos y teológicos son reconocidos hasta el día de hoy como joyas invalorables de la religión cristiana. Es unánime la valoración posita de sus trabajos intelectuales respecto al Poder del Altísimo.
Las técnicas comunicativas de Edwards, quien siempre leía sus sermones con voz calmada, no fueron impresionantes; pero a pesar de ello, se destacaban por sus sobrecogedoras demostraciones de convicción. Jonathan rechazaba gritar y jamás apelaba al dramatismo. El predicador estadounidense, nacido el 5 de octubre de 1703, Impresionaba a sus oyentes con el poder de la verdad y con su desesperada necesidad de transmitir el mensaje del Salvador. El Gran Avivamiento habría significado sólo una rareza religiosa de no haber sido por su labor.
En 1722, Edwards inició su ministerio pastoral en una iglesia de la ciudad de New York. Poco después fue nombrado tutor en la Universidad de Yale. Dos años después, recaló en una congregación de la urbe de Northhampton, ubicada en el estado de Massachusetts, donde su abuelo, Salomón Stoddard, era el ministro del Todopoderoso desde 1669. Entre 1731 y 1747, Dios lo usó para que por intermedio de una serie de impactantes prédicas desarrollara un gran avivamiento de conversión que transformó a muchos, que pese a formar parte de la iglesia no se habían entregado a Cristo.
En contra de la doctrina de los puritanos, Jonathan abogó por la tolerancia religiosa entre todas las denominaciones unidas por un solo Dios y por un mismo objetivo. En más de una ocasión, declaró que la salvación provenía directamente del Señor y afirmó que ningún hombre podía servir de intermediario. “Pecadores en manos de un Dios airado”, su sermón más celebre, fue una vívida presentación del infierno con observaciones del mundo y citas de la Biblia, realizada el 8 de julio 1747 en el estado de Connecticut, y un claro ejemplo sobre la teología del “Primer Gran Despertar”.
Poderoso avivamiento
Tras los pasos de Whitefield y Edwards, cientos de predicaciones itinerantes recorrieron las trece colonias predicando el arrepentimiento e impulsando un nuevo nacimiento en Jesucristo. En un primer momento, las ciudades más impactadas fueron las pequeñas localidades del estado de Massachusetts, pero poco a poco se extendieron por toda la América inglesa. Además, desde sus inicios, el Primer Gran Despertar desató un inusitado deseo por leer la Biblia, que en corto tiempo se convirtió en una pieza fundamental en cada hogar norteamericano.
Igual que un hito imborrable, el Primer Gran Despertar fue un acontecimiento determinante en la vida cultural y religiosa americana. Sirvió para que los miembros de la iglesia cristiana de las colonias inglesas modificaran sus rituales y tomaran conciencia de la piedad y de su propia fe. Además, contribuyó para que los seguidores del Padre Eterno añadieran una gran dosis de certeza respecto al poder del Espíritu Santo y renovaran su amor por el Señor. Fue, en suma, un movimiento que revitalizó el cristianismo y marcó el inició de la propagación de la fe evangélica en los cinco continentes.
Ampliado
George Whitefield fue una de las bases más sólidas del Primer Gran Despertar. Gracias a sus prédicas, punzantes como lanzas filudas, influyó sobre miles de personas, como pocos predicadores lo han conseguido, y se constituyó en un siervo del Creador apasionado por la sana doctrina. Sus biógrafos calculan que predicó el verbo del Señor a alrededor de diez millones de personas en sus treinta y cuatro años de ministerio.
Criado en hogar cristiano, Jonathan Edwards fue otra de las figuras distinguidas del Primer Gran Despertar. Llamado a menudo el teólogo más grande de Estados Unidos, se alzó como celoso paladín de las Sagradas Escrituras. Académicos cristianos y seculares están de acuerdo en su importancia en la historia de los Estados Unidos. Sus escritos científicos, filosóficos y teológicos son reconocidos hasta el día de hoy como joyas invalorables de la religión cristiana.
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